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Diez recomendaciones como diez botellazos directos a la cabeza

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INTRO

La lista que presentamos a continuación solo tiene el ánimo de orientar a posibles lectores sobre autores, y algunas de sus novelas, de la que, a mi juicio, forman parte de la mejor etapa de la novela negra norteamericana. La que se escribió y publicó en la década de los años 40 y 50 del siglo XX.

Como observará algún iniciados, hemos omitido a Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Ross McDonald de esta nómina por entender que son autores que incluso conoce el menos experimentado lector de este tipo de relatos. Al mismo tiempo, somos conscientes que se nos quedan muchos nombres en el tintero, pero era un riesgo inevitable cuando elaborábamos esta pequeña selección de diez autores imprescindibles que pretende ser una guía tanto para los iniciados como para los profanos de una literatura que, afortunadamente, supera la prueba del tiempo cuando salta las fronteras del género.

LOS NOMBRES

Bill S. Ballinger.- A pesar de no ser demasiado conocido en España es un autor que desde que se produjo el primer boom del género en este sacrificado país ha sido bastante bien editado. El aficionado puede encontrarse prácticamente con muchas de sus novelas en rastros y librerías de viejo, así como reencontrarse con su literatura y con su peculiar manera de entender las claves de las historiasd policiacas en la que, sin lugar a dudas, son sus dos obras maestras, La mujer del pelirrojo y Retrato de humo (colección Serie Negra, RBA).  El caso de Ballinger resulta además insólito porque en este tipo de novelas se atrevió incluso a experimentar, al ofrecer en capítulos alternos la visión desde dentro de sus protagonista-antagonista, una dualidad que además de acrecentar el atractivo del relato lo hace si cabe más interesante para todos esos lectores que todavía dudan de la grandeza de este género.

William R. Burnett.- Los protagonistas de las novelas de William R. Burnett suelen estar al otro lado de la ley, quizá ello explique el tono crepuscular, fatalista que planea en la mayoría de sus historias, comenzando por El pequeño César y culminando en la que es, a mi juicio, su obra maestra: El último refugio, un título que fue llevado a la gran pantalla por Raoul Walsh y que supuso uno de los mejores papeles protagonizado en el cine por Humprey Bogart. Burnett, que como la mayoría de los escritores que aparecen en esta lista cultivó toda clase de géneros, no de ja de ser también un romántico. Romanticismo que tiñe de un lirismo que aún respira en muchas de las páginas de sus historias. A él le debemos, además, La jungla de asfalto, Vanity Row, El hombr frío, Romelle, Perseguido, Nadie vive eternamente

Vera Caspary.- Esta escritora cuenta con una de las obras más sobresalientes, turbias e inquietantes del género, Laura, y quien les escribe agradecer a Otto Preminger que la tradujera en imágenes con la forma de la irresistible Gene Tierney. Laura es una historia atípica, profundamente romántica pero con resonancias necrófilas. Caspary escribió otras novelas dentro del género pero ninguna de ellas superó el nivel que consiguió con este título, uno de los grandes clásicos de la narrativa –para nada presuntamente facilona– negra.

James M. Cain.- Si hablamos de la importancia de la mujer fatal en la literatura policíaca tenemos que citar inevitablemente a James M. Cain. De hecho, en sus historias, la mujer ocupa un papel decisivo, muy por encima del de sus protagonistas masculinos, y no necesariamente como manipuladoras y mantis religiosas que explotan sus encantos sexuales. Además de El cartero siempre llama dos veces y Doble indemnización, y de sus novelas históricas –ambientadas a finales de la Guerra de Secesión– como Mignon y Más allá del deshonor, Cain describe con maestrías ambiguos dramas femeninos en Mildred Pierce y La mariposa que se salen de lo común. Títulos que sorprenden por resultar todavía políticamente incorrectos.

David Goodis.- Tengo debilidad por David Goodis, para mi uno de los gigantes no ya no solo del género negro sino de la literatura norteamericana del siglo XX, relegado a un inmerecido olvido por la serie de novelas que publicó en editoriales populares. El universo de Goodis está poblado de perdedores, protagonistas a las deriva, la mayoría de ellos alcohólicos que han encontrado en la bebida un refugio en el que olvidar la tragedia de su existencia porque casi todo Goodis es puro y duro existencialismo. Una huida hacia adelante por ese corredor que nos condena al infierno.  No me canso de reeler a Goodis, y no me canso de recomendárselo a los que quieran oírme. Si quieren terminar un libro noqueado, sintiendo como ese vacío se hace paso dentro del estómago a mordicos, no dejen de leer a este escritor. Es su hombre.

Patricia Highsmith.- Una de las grandes. Y no creo que haya discusión. Introducirse en el universo de Higsmith es algo así como pactar con el diablo. A la escritora le preocupan las dobleces humanas, hurgar en la ambiguedad. Padre y madre del inmoral pero irresistiblemente atractivo Tom Ripley, la producción literaria de Patricia Highsmith es un punto y aparte en la Historia de la Literatura entendida como una de las bellas, pero también perversas, artes.

Chester Himes.- Novelista profundamente comprometido, el universo de Himes es personal e intransferible. De una violencia que desconcierta, y con una mirada cansada sobre las relaciones entre blancos y negros a mi, personalmente, y más con el escritor de potentes ficciones como Un ciego con una pistola, me atrae mucho más los testimonios desnudos  y autobiográficos sobre su errática vida. Leer a Chester Himes es leer Literatura con letra mayúscula.  

Horace McCoy.- Es otro de los grandes de esta lista. Y junto con Goodis uno de los mejores y descarnados cronistas sobre ese tema tan unido a la literatura negra norteramericana de aquellos años como es el perdedor. McCoy, de firmes convicciones de izquierda, arremente en sus novelas contra el sistema. Defiende la libertad de expresión en Los sudarios nos tienen bolsillos; golpea con ira a la industria del cine En luces de Hollywood; construye una historia de fueras de la ley con nervio y oficio en la formidable Di adiós al mañana y explota su rabia contra el capitalismo en ¿Acaso no matan a los caballos? Lúcidez fatal es lo que aún continúa encendiendo la llama el trabajo que nos legó este escritor cuyos títulos brevemente reseñados han sabido crecer –no empequeñecer– con el paso de los años.

Jim Thompson.- Escribió como una ametralladora y nunca perdió la ironía ni su saludable mala hostia. Cuenta con dos novelas que ya son clásicos en el género: El asesino dentro de mi y 1.200 almas, títulos en los que su protagonista es un policía ido de la cabeza. Un psicópata que nos cuenta su historia y su manera de ver el mundo en primera persona. Thompson tiene muchos más títulos, algunos de los cuales son obras mayores y otros no tanto. RBA lo está recuperándolo en su colección de Serie Negra, así que no hay excusa para atreverse (esta es la palabra) a meterse en su universo. Universos pequeños, casi rurales, poblado de personas siniestros. No escapa ni uno.

Charles Williams.- Existe en español un interesante estudio sobre este escritor norteamericano, que firma Hernán Migoya, que recomiendo a todos aquellos que quieran adentrarse en el territorio por el que se movió. Un territorio hasta ese entonces escasamente explotado por la novela policíaca como es el mar. Títulos suyos son Calma total, Marcada por la sospecha y El arrecife del escorpión, entre otros.

(*) La imagen corresponde a la versión cinematográfica de El cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946)

Saludos, solo diez pero hay más, desde este lado del ordenador.


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